domingo, 17 de noviembre de 2013

Experiencia de una terapeuta ABA

Cuando me solicitaron escribir sobre mi experiencia con la metodología ABA, lo primero que pensé es en cómo iba a resumir todo lo que dicha metodología aborda.

Soy Logopeda y Profesora en la Enseñanza Primaria, con 25 años de experiencia laboral. En 2009 tuve la oportunidad de formarme como terapeuta ABA para trabajar con niños con TGD, especialmente con TEA. Llevo más de cinco años observando los avances periódicos en los niños, niños que comenzaban la terapia sin tener control instruccional, sin mantenimiento de mirada, etc. Estos niños, en un breve tiempo de trabajo, eran capaces de sentarse en su sitio ante la instrucción adecuada, imitar un gesto, mantener la mirada 1 ó 2 segundos, responder a su nombre girando la cabecita y mirando a quien lo llama...

¿Por qué es importante ello? Por la sencilla razón que es el comienzo del aprendizaje, el inicio del camino.

Soy madre y me identifico con los padres que me narraban que no podían llevar a su hijo a un restaurante, a un parque, sin que la gente los mirara como si fueran “malos padres”, como si su hijo fuese “malcriado”. Porque si algo tienen nuestros niños es que físicamente son típicos, no tienen rasgos que identifiquen su síndrome como para “avisar” a los demás: “soy especial”. No se comprende “desde fuera” que no quieran quedarse sentados en un sitio, que se los llame y hagan caso omiso, etc. Todo ello provoca una gran frustración en la familia. La metodología ABA es quien nos da las herramientas necesarias para trabajar en forma conjunta: terapeutas, padres, familia, entorno. Y en un breve tiempo todo comienza a encajar, como en un puzzle.

Los padres ganan confianza al saber cómo reconducir las conductas inapropiadas, se sienten apoyados por las terapeutas que ante cada desafío les darán las pautas necesarias para hacerlo correctamente.

Una problemática que nos encontramos es que muchos profesionales de la salud recomiendan a los padres que los apunten en guarderías, colegios, etc. para que estén en contacto con otros niños. Desde mi punto de vista, esto no es aconsejable hasta que el niño no posea los requisitos básicos para “aprender” de las situaciones que los demás niños desarrollan. Ello lo guiará cada terapeuta basándose en el trabajo individual, buscando el centro adecuado, hablando con los profesionales que formarán parte de este proceso, etc.

Es un largo camino que se debe recorrer juntos, pero es un camino lleno de ilusiones y sobre todo “sin techos”, es decir, cada niño es único y siempre dará un pasito más, a su tiempo, a su ritmo, acorde con sus posibilidades.

                                                                                                    Inés-La escuelita de ilusiones